jueves, 11 de abril de 2019

Quinta de Torre Arias

La Quinta de Torre Arias se abrió al público en diciembre del 2016. Todavía se encuentra inmersa en trabajos para rehabilitar su patrimonio, tanto de edificaciones como jardinería. Aunque esta última va muy avanzada. Merece la pena conocerla y disfrutar de su historia y jardines. Ciertas casas nobiliarias buscaron crear fincas agrícolas en los espacios situados al E de Madrid, más allá del parque del Retiro. Así, durante los s. XVII y XVIII, son numerosas las quintas que se crean en estos terrenos despoblados. La más conocida por la zona es la del Capricho de la Duquesa de Osuna, pero antes de llegar a ella se situaban otras más antiguas, como la que nos ocupa en esta entrada. Sus orígenes se remontan a 1600, cuando el I Conde de Villamor, García Alvarado de Velasco, formó una propiedad uniendo algunas tierras de diversos propietarios en este área para crear una típica quinta con su palacete, huerto, palomar y demás dependencias. Después se la conocería mucho tiempo como Quinta de Aguilar, por pertenecer a los Condes de Aguilar. Incluso llegó a residir en ella el archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión (antes de su entrada en Madrid, en septiembre de 1710). Cuando la casa Aguilar entró en quiebra, compró esta propiedad la casa de Osuna, pero durante muy poco tiempo, a mitad del sXVIII. Luego se irán sucediendo los propietarios, quedando muy descuidada durante la Guerra de Independencia. Durante el s.XIX la propiedad pasó por otras manos, como el XV Marqués de Cerralbo o el XVII Duque de Medina Sidónea (desde 1825). Fué el XVIII Duque de Medina Sidónea, José Álvarez de Toledo y Silva, quien se la vendió en 1850 al Marqués de Bedmar, Manuel de Acuña Dewitte.

Entrada original a la Quinta de Torrearias (segunda mitad s XIX), que nos 
recuerda a las puertas monumentales del parque del Retiro (Foto SIEMA Matritensis)

Detalle de la puerta monumental con la gran verja modernista
(Foto SIEMA Matritensis)

Todas las construcciones que nos quedan responden a la época de esplendor de la quinta, durante los Bedmar: la monumental puerta de entrada en piedra con columnas clásicas y trabajos de hierro originales en las diferentes puertas (central para carruajes y laterales para peatones), la casa del guarda, los puentes, invernaderos, casas de labranza y diferentes dependencias, así como el magnífico palacete. En 1861 el X Marqués de Bedmar, ya viudo, se volvería a casar y decidió hacer de la quinta su residencia permanente. Un palacio donde mezcla el estilo alemán con el mudéjar, de planta trapezoidal, con un patio central cuadrado. Por el Norte está unido a un gran patio de labor al que rodean construcciones para trabajos agrícolas, ganaderos y unas importantes caballerizas. Diseñó un jardín paisajista para rodear esas edificaciones, con bosquetes, fuentes, cuatro puentes, lavadero, estanques, invernaderos de hierro, bodegas, así como árboles frutales, huertos y vides. El propio Marqués de Bedmar ampliaría ese palacio en 1877 por sus lados E y S. Desarrollaba una gran actividad en la finca, además de muchos eventos sociales. Todas esas fiestas y relaciones sociales en la finca con la aristocracia madrileña se perdieron al adquirirla los Torre Arias.

Vista general del palacete entre el arbolado y el torreón exento anexo situado
a la derecha de la imagen (Foto SIEMA Matritensis)

Remate del palacete, con su torre nórdica del reloj, su chapitel apuntado y las cubiertas con almenas y frisos de arcos ciegos de ladrillo (Foto SIEMA Matritensis)

Detalle de las veletas y pararrayos originales en hierro con toques 
modernistas de las cubiertas (Foto SIEMA Matritensis)

En la planta baja del palacete se localizaban las oficinas de administración del Marqués, cocinas, comedores, cuartos de baño, cocheras y demás dependencias para criados. Una magnífica escalera de mármol conduce desde el vestíbulo al piso principal o planta noble, donde se encontraban el bonito oratorio, la biblioteca, comedor de gala, salones o galerías. Todo ello decorado con un importante patrimonio artístico. Hoy en día está completamente vacío. 

Otra vista de la fachada principal (Foto SIEMA Matritensis)

Vista lateral con espacio ajardinado (Foto TeleMadrid)

La misma vista anterior, con la ampliación del palacete  y las obras 
(Foto SIEMA Matritensis)

Interior del Salón principal con sus techos estucados (Foto Expansión)

Interior de la Torre del reloj (Foto Expansión)

Artística chimenea del salón, que se encuentra actualmente en el 
Palacio de los Golfines de Cáceres (Foto Madrid Ciudadanía y Patrimonio)

Nada más pasar la entrada nos recibe la casa del guarda, también de aires nórdicos, con sus muros de ladrillo y cubiertas y balconadas de madera. Junto a ella la casa de aperos y el camino que conduce a la encina de más de 300 años. El Ayuntamiento le ha dado un toque lúdico al parque, colocando algunos elementos en el entorno. Por este lado, la zona para dejar bicicletas, ya que está prohibido circular en bicis ni entrar con perros en este jardín histórico. Así como un curioso hotel para insectos en uno de los lados. También en esta zona E se sitúan los invernaderos del s.XIX y las huertas, de las que luego hablaré.
Casa del guarda (Foto SIEMA Matritensis)

Puesto para dejar bicis (Foto SIEMA Matritensis)

Hotel de Insectos en el muro de la quinta de Torre Arias (Foto SIEMA Matritensis)

Encina centenaria (Foto SIEMA Matritensis)

En la Quinta de Torre Arias no falta el agua. Una ría recorre la quinta de E a O, además pasan bajo ella dos de los viajes de agua de Madrid. Nos encontramos junto a la ría cuatro puentes, dos de piedra y dos pequeños de ladrillo. El más importante servía de paso a los carruajes que, desde la puerta de entrada, subían hasta el palacio. Por eso tiene el petril de piedra y ciertos adornos. Vinculados a  la ría localizamos estanques y el lavadero, así como un pozo en el extremo O de la finca, cubierto por una construcción de madera. En una quinta con tanto personal que ,además era vivienda de los marqueses, imaginamos el trabajo inmenso que tendrían las lavanderas. 

Lavadero, donde se percibe la inclinación de uno de sus 
muros laterales (Foto SIEMA Matritensis)

Pequeño puente de ladrillo en el camino desde invernaderos hasta el lado E
(Foto SIEMA Matritensis)

Puente de piedra que forma parte del eje principal (Foto SIEMA Matritensis)

Decoración a base de jarrrón y motivos vegetales, al inicio del camino principal 
que conduce al palacio (Foto SIEMA Matritensis)


El segundo de los puentes de piedra y ladrillo situado junto al pozo y lavaderos
(Foto SIEMA Matritensis)

Pozo cubierto (Foto SIEMA Matritensis)

Estanque (Foto SIEMA Matritensis)

En Torre Arias hay enormes extensiones de praderas, rodeadas por paseos de lilos, o por árboles frutales. También muchos campos de cedros y pinares. Por esos campos y praderas montaban a caballo a menudo. Descubrimos una original decoración en hierro con espirales modernistas que se usaba para colocar faroles en los caminos principales. Por uno de los caminos, desde el puente principal se pasa a palacio o, por la parte E, hacía las construcciones agrícolas y molino de agua de ese lado. Por el lado O, siguiendo el curso de la ría, dejamos a un lado los prados y subimos hacía las estancias ganaderas del lado NO: vaquerizas, gallineros, o establos de cerdos. Junto a ellas, muy destrozadas durante la Guerra Civil, una puerta de entrada construida de ladrillo con decoración de almenas. Era por donde entraba el servicio y los trabajadores de la finca.

Puerta de entrada por la parte de atrás de la Quinta de Torre Arias
(Foto SIEMA Matritensis)

Vaquerizas y establos de puercos (Foto Medioambiente, pag distrito)

Espada colocada por el Ayuntamiento en un paraje junto a la ría
(Foto SIEMA Matritensis)

Casa de las patatas, junto a la ría (Foto SIEMA Matritensis)

Decoración de hierro en estilo modernista, colocadas junto a los 
caminos (Foto SIEMA Matritensis)

Grandes extensiones de praderas en Torre Arias (Foto SIEMA Matritensis)

Pinares y tren de madera infantil colocado por el Ayuntamiento
(Foto SIEMA Matritensis)

En torno a un gran patio rectangular, situado en la parte N del palacio, se organizan diferentes dependencias vinculadas para labranza o caballerizas. También hay un edificio que servía para matadero y perreras (para galgos o perros de caza). Destacan las caballerizas, orientadas al O, por su amplitud, modernidad y decoración en ladrillo. 

Puerta de entrada al patio situado junto a las caballerizas (Foto SIEMA Matritensis)

Grupo de SIEMA Matritensis escuchando la explicación ante las caballerizas
(Foto SIEMA Matritensis)

Piscina para la limpieza de los caballos (Foto Madrid diario)

Perreras para galgos (Foto Madrid diario)

Siguiendo con la evolución de la quinta hasta nuestros días sabemos que en la última década del s.XIX adquirió la finca la Marquesa de Torrecilla y la cedió a su hija, con motivo de la boda con el VI Conde de Torre Arias. Desde entonces se la denomina con este nombre. Este VI Conde de Torre Arias cedió parte del terreno de la finca que delimitaba hacía el O a su amigo, Cesar Cort, el arquitecto que le había construido un palacete en la calle de Martínez Campos. En 1920. Cesar Cort amplió con más terrenos y lo urbanizó con un diseño completamente diferente al estilo rústico que tiene la Quinta de Torre Arias. Esa parte se conoce hoy como la Quinta de los Molinos. El VI Conde de Torre Arias muere asesinado al comienzo de la Guerra Civil y la propiedad pasa a su hijo, Alfonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII Conde de Torre Arias. Su hija, Tatiana Perez de Guzmán, disfrutaría de la quinta hasta sus últimos días. Tatiana, VIII Condesa de Torre Arias, era una persona algo introvertida, amante de estar en casa, leer y del campo. Mujer muy culta, que hablaba muchos idiomas y de gran piedad. En 1949 se casó el físico Julio Peláez, quien le inculcó el amor por la ciencia. No tuvieron hijos. Tras fallecer su madre, en 1953, ella se trasladó a vivir a la finca junto a su marido para acompañar a su padre. Al fallecer su padre en 1977, Tatiana heredó los títulos y patrimonio de su familia. En vida de estos últimos Torre Arias en la finca se dedicaron más a las labores agrícolas y científicas, abandonando el tema ganadero, salvo las caballerías. El cuidado del huerto y los viveros centraban sus días, llegando a profundizar en toda la ciencia de la jardinería. Incluso cuando Tatiana, al final de su vida, vivía en Martínez Campos, un cochero la traía todos los días a pasar unas horas en los viveros de la quinta de Torre Arias. En 1986 firmó un convenio con el Ayuntamiento para cederles la finca tras su muerte, ocurrida en octubre del 2012. También se creó una Fundación, presidida por el que fue su administrador, y que existe actualmente. Tiene la sede en la casa de Martinez Campos y desarrolla labores de investigación, becas y difusión, especialmente de temas vinculados a la jardinería. Para más información: fundaciontatianapgb.org . Nosotros seguiremos enseñando Torre Arias, por ejemplo, el domingo 28 de abril. También Medioambiente organiza visitas a la misma. Podéis seguir toda nuestra actividad cultural en Twitter @siemamadencanto, facebook Siema Matritensis o agenda de la web www.siema.es. Ahora me despido con estas imágenes tan bonitas de los viveros y huertos de los que tanto disfrutó su última propietaria.

Maribel Piqueras
Franja de palmeras junto a los viveros (Foto SIEMA)

Invernadero de hierro y banco del mismo material
(Foto Pituca para SIEMA Matritensis)

Lateral del invernadero de hierro donde se aprecia la chimenea
(Foto SIEMA Matritensis)

Viveros de cristal (Foto SIEMA Matritensis)

Vista de las huertas (Foto SIEMA Matritensis)


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