Si pasamos el parterre del Palacio Real y el restaurante La Rana verde nos encontraremos con una amplia avenida, la calle de la Reina, que enmarca el famoso Jardín del Príncipe. A veces creemos que es un gran desconocido en esta Comunidad de Madrid. Y, por eso, hoy me dispongo a difundirlo. Tendríamos que remontarnos a Felipe II, quien había encargado a Juan de Herrera el trazado de la calle de la Reina, con sus plazuelas redonda y cuadrada para delimitar el gran terreno rodeado por el río. Allí había sotos, huertas y algún otro recinto hoy desaparecido. Fernando VI dispuso, en 1754, un embarcadero y la ancha calle que lleva hasta él desde la calle de la Reina. También cerró esos terrenos con verjas de madera y portadas de piedra, más las tres puertas de hierro que daban al embarcadero. Este embarcadero y el tramo de río junto al jardín tuvo mucha importancia en las "noches venecianas" y divertimentos que organizó Farinelli para los reyes con la famosa escuadra del Tajo. De este aspecto lúdico os hablaré en otra entrada posterior.
Plano del Jardín del Príncipe
Pero serán Carlos IV y MªLuisa de Parma los verdaderos creadores de ese jardín cortesano, de gran extensión y denominado "del Príncipe" en honor a su hijo, el entonces príncipe Fernando. La parte más antigua es la que se sitúa más cerca del embarcadero. En esa zona, en 1784, el arquitecto Villanueva y el diseñador francés Boutelou, trazaron cinco jardines siguiendo el gusto de la moda europea neoclásica y con gran simetría a la francesa, que se ve en el diseño geométrico de los primeros jardines. El tercero y el cuarto jardín (más ingleses), con la Fuente de Narciso. El quinto enlaza con el estilo de los siguientes y en el encontramos la Fuente de Apolo. Una elegante puerta neoclásica es la puerta principal que nos conduce hasta el embarcadero, la diseñó Juan de Villanueva, con dos templetes sobre basamentos cuadrados, de cuatro columnas jónicas de fuste liso. El embarcadero fue renovado en 1791, adaptándolo a una lúdica fortificación con garitas, almenas e, incluso, un castillo. También presenta un conjunto de pabellones reales actualmente en restauración.
La reina MªLuisa a caballo, pintada por Goya
en el real sitio de Aranjuez (Museo del Prado)
Puerta principal de entrada al Jardín del Príncipe
(Foto SIEMA)
Grandes jarrones dieciochescos al final del paseo al
Embarcadero Real (Foto SIEMA)
Embarcadero Real desde una de las garitas (Foto SIEMA)
Casetas reales junto al Embarcadero (Foto SIEMA)
Según andamos hasta el embarcadero dejamos, en el lado de la derecha, el segundo jardín, de diseño clásico y dedicado a frutales (por ejemplo, descubrimos hermosos granados). En todo el Jardín del Príncipe contemplamos un perfecto sistema de regadíos, acequias y pozos. Al final del pequeño entrante de tierra en el río, están el Museo de Falúas y el castillo. Un edificio de ladrillo de poca altura, que se extiende a lo largo, muestra en su interior lo que eran las falúas reales. Farinelli había instalado aquí un tipo de elegante barcaza alargada, como grandes góndolas, para los juegos y paseos por el río de la corte. Pero la famosa escuadra del Tajo fué destruida por las tropas napoleónicas, así que lo que hoy vemos en el Museo son falúas utilizadas en otros sitios reales. Por ejemplo, la que el rey Felipe IV usaba en el estanque del Retiro (magnífico ejemplar de madera policromada con pan de oro y tallada con caladuras, en pomposo estilo barroco. O la de Isabel II en San Sebastián. Así como otras de la reina María Cristina y de Alfonso XII. Todas dignas de ver. También los grabados de la escuadra del Tajo y las diferentes maquetas nos ambientan muy bien.
Jardín segundo (Foto SIEMA)
Edificio del Museo de Falúas (Foto SIEMA)
Restos del castillo que se encuentran frente al Museo
de las falúas reales (Foto SIEMA)
Entrada principal al Museo (Foto SIEMA)
Falúa de Felipe IV utilizada en el Retiro (you tube)
Más jardín español pasando el Museo de Falúas
(Foto SIEMA)
Este Jardín del Príncipe siguió creciendo hacia el E con tres nuevos jardines y el último de ellos es el que rodearía a la Casita del Labrador. Ya estamos metidos en el s XIX, por tanto ahora el diseño es más de jardín inglés, de carácter romántico, con la naturaleza sin tantas formas geométricas, sino praderas, trazados sinuosos, chinescos y frondosas arboledas. El jardín sexto llega hasta la calle de la Plaza redonda. Entre diversas praderas encontramos un diseño de gusto romántico: estanque chinesco, el obelisco, la gruta o el templete griego (este último de Villanueva, pero renovado por González Velázquez). Los chinescos proporcionan un juego de formas, movimiento, agua y colorido a la zona.
Fuente de Apolo, de González Velázquez, 1828
(Foto SIEMA)
Panorámica de los diferentes estanques chinescos
(Foto SIEMA)
Templete chinesco (Foto SIEMA)
Construcción circular en los chinescos (Foto SIEMA)
El séptimo jardín es el más avanzado paisajísticamente. Presenta una enorme frondosidad y en él podemos encontrar sinuosos riachuelos que formar diversas islas, con sus puentes de madera o hierro. También grandes bosques de bambú. El octavo fué el último en realizarse y aquí hubo un famoso laberinto que llegaba hasta la Casita del Labrador. A él lleva la famosa puerta de González Velázquez desde la calle de la Reina.
Estanques con bosques de bambú, isletas y cipreses de las lagunas
(Foto SIEMA)
Otra vista de los riachuelos en esta parte (SIEMA)
Jardín del Príncipe frente a la Casita del Labrador
(Foto SIEMA)
Lo último en construirse en este jardín, hacia 1804, es la llamada Casita del Labrador. Parece ser que el nombre viene de una antigua casa de labranza que había en el lugar y que se utilizaba durante las partidas de caza. Mandada construir por los reyes para el príncipe Fernando, aunque la utilizaron mucho los reyes. Villanueva planteó un proyecto de planta rectangular en 1791, pero el definitivo es de González Velázquez (1803), quien añadió dos alas laterales perpendiculares al cuerpo central y más decoración escultórica al exterior. Consta de tres pisos: en la planta baja está el vestíbulo, del que arranca la impresionante escalera, la saleta y siete pequeñas salas para tertulias, en la planta central se recorre en las visitas y es el piso principal, donde se decoró con todo lujo para impresionar a los invitados. Arriba del todo estarían cuartos para el servicio. Es una casa pensada para divertimento, veladas, no para quedarse a dormir (no tiene dormitorios, ni cocinas). El decorador de lujo francés, Dugourc participó activamente en la ornamentación. El cuerpo central presenta 18 piezas, todas ellas decoradas con magníficas sedas bordadas (de Lyon o valencianas), los pavimentos son de los mejores mármoles o porcelanas, también hay un gabinete de maderas nobles y platino. Igualmente impresiona el salón de baile, el más grande, con una mesa y silla de malaquita que fueron regaladas por un príncipe ruso a Isabel II. Hay que reservar para visitarla y se suele hacer en grupos de 10 máximo. Muy recomendable.
Parte delantera de la Casita del Labrador (Foto SIEMA)
Detalle del lateral derecho de la Casita del Labrador
(Foto SIEMA)
Fachada Casita del Labrador (Foto SIEMA)
Casita del Labrador. Escalera Principal
(Patrimonio Nacional)
Galería de estatuas y suelo con mosaicos. Reloj de
columna de Trajano ( Patrimonio Nacional)
(Patrimonio Nacional)
Podéis completar con las siguientes entradas que hicimos para Aranjuez http://madridconencanto-siema.blogspot.com/2017/05/jardin-de-la-isla-en-aranjuez.html o http://madridconencanto-siema.blogspot.com/2017/07/el-palacio-de-aranjuez-y-jardines-del.html .Nos quedan algunos sitios de Aranjuez que dejaremo para algo más adelante. ¡ Qué impresionante es la Comunidad de Madrid!
Maribel Piqueras